Su fachada tenía tres puertas de madera, las dos primeras daban directamente al mostrador de madera y vidrio; recuerdo el olor a kerosene que desprendía una de sus paredes, ya que tenían una llave donde distribuían el combustible para alimentar cocinas y lámparas; la tercera puerta, la cual se observa en la imagen de la presente entrada, daba directamente a un pasillo y funjía como una especie de zaguan para la vivienda de la familia.
Me encantó esta imagen no solo por los sentimientos y añoranzas que representan a nivel personal, sino también por la ternura del burrito recostado a la pierna de la niña con sus ojitos cerrados, lo cual emociona y conmueve.
Esa edificación fue derribada, así como la casa en la cual pegué mis primeras carreras; toda esa cuadra sufrió una remodelacion total, ya que la propietaria la Sra María de Sepúlveda hizo la venta al consorcio Hannsi, quienes edificaron la reinterpretación de la casa original donde hoy están ubicadas algunas tiendas y el Registro.
Al fondo de la imagen está una Cruz, en la fachada que aún se conserva, la cual es adornada en el mes de mayo, recordando la tradición agrícola de la comunidad hatillana y la sencillez de su gente.