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El patrimonio cultural es un valor insustituible, constituye la tradición de un pueblo, de sus ciudadanos, identifica a una sociedad. Lo constituyen diferentes bienes que pueden ser tangibles o intangibles, los cuales poseen características estilísticas, utilitarias, decorativas, afectivas, naturales y se constituyen en un bien heredado, producto de la creatividad, del arte, de la naturaleza y de la acción social. Su promoción y defensa no es sólo una tarea de los gobiernos, es una misión colectiva con la finalidad de mantener esos lazos que fortalecen a los individuos y a sus localidades porque es sin duda la memoria de la humanidad, es el eje central de la identidad, del sentido de pertenencia. Por ello, debe ser apreciado y difundido en todos los espacios y especialmente en las instituciones escolares.

jueves, 22 de abril de 2010

La cultura como máxima expresión humana

Desde el inicio, el hombre ha manifestado su creatividad, desde los elementos utilitarios para poder aprovechar los recursos que le presenta la naturaleza en pro de tener una mejor calidad de vida que incluye a la contemplación, el disfrute de objetos bellos, innovadores y que se han denominado artísticos porque han trascendido tiempo y espacio, influyendo a muchas generaciones. La cultura entonces, se constituye en uno de los valores más significativos e importantes de la historia y por sí misma es un concepto de la historia. El término aparece por primera vez en la antigua Grecia, en la obra Disputas tusculanas del filósofo Cicerón quien plantea a la filosofía como la cultura de la razón.


Etimológicamente la palabra cultura proviene del verbo latín, colere, del cual derivan las palabras: cultivar, proteger, honrar con adoración. Tiene su origen en la raíz griega col, que abarca originalmente a la palabra cultivo y que derivó no sólo en la actividad agrícola, también en el cultivo de las personas.


González (s/f) considera que Johan Goofried Von Herder, en su obra Filosofía de la historia humana, plantea a la cultura como "el camino recorrido por la humanidad, fundamentado en la idea de progreso." Por lo cual la cultura es el vivo testimonio del crecimiento y desarrollo del ser humano a lo largo de su historia.


La cultura es un hecho humano dinámico, que se revitaliza, se adecua, se nutre, por lo que "Ninguna cultura es insoluble para las otras, ninguna brota de una esencia tan idiosincrásica que no pueda o no deba mezclarse con otras, contagiarse de las otras. Ese contagio de unas culturas por otras es precisamente lo que puede llamarse civilización..." Savater (1997, p.161), hace que seamos lo que somos y cuando la cultivamos podemos abrirla hacia nuevas perspectivas y hacia su consolidación como patrimonio de futuras generaciones, en fin, es una herencia y a la vez un legado que hace posible la actividad humana y social.


Esa herencia trasciende, se mezcla en un proceso globalizador, que a muchos inquieta, pero que posee una dimensión cultural ya que "...la universalidad no es patrimonio exclusivo de ninguna cultura (...) sino una tendencia que se da en todas pero que también en todas partes debe enfrentarse con el provincionalismo cultural de lo idiosincrásico indisoluble, presente por igual en las latitudes aparentemente más opuestas." Savater (1997, p.162)


Por ello, la cultura confluye en un dinámico proceso, más allá de verlo como transculturización, la visión de conservación debe estar orientada hacia el fortalecimiento de las expresiones autóctonas, por eso se habla de diferencias culturales, no de discriminación cultural. Por eso hay que "Potenciar esa tendencia común y amenazada es precisamente la tarea educativa más propia para nuestro mundo hipercomunicado..." (Ob. cit, p. 162).


En ese sentido, la cultura en el aula debe estar vinculada no sólo a actividades puntuales, como las efemérides o los actos de fin de curso, debe estar presente como estrategia de abordaje de contenidos instruccionales, ya que forma parte de esquemas cognitivos previos, los cuales pueden servir de andamiaje a nuevos conceptos, constituye además una dinámica y participativa experiencia de aprendizaje, siendo una herramienta constructiva de la enseñanza y que puede relacionarse al uso de las TIC en el aula, ya que el proceso de investigación cultural exige la indagación, comparación, análisis y difusión de información, aspectos en los cuales la tecnología puede favorecer enormemente el proceso de valoración del patrimonio cultural.

Savater, F. (1997). El valor de educar. Barcelona: Ariel.
González Arencibia, M. (s/f) Globalización cultural interacciones socio-económicas y políticas Retos para el desarrollo social. [Libro en línea] Disponible en http://www.eumed.net/libros/2006a/mga-02/1c.htm

lunes, 19 de abril de 2010

Elementos del patrimonio arquitectónico de El Hatillo

El Hatillo pueblo fundado en 1784 adoptó las formas arquitectónicas presentes en esa época, producto del proceso de implantación español. Su plaza, iglesia y casas hechas con materiales nobles, de patios amplios con sombríos naturales del mango, la guayaba, el guamo. Sus calles angostas propiciaban el acercamiento vecinal, el compartir delicias culinarias y las tertulias a la luz de un farol, en las noches de neblina y frío.

Rodeado de grandes haciendas cafetaleras y siembras de flores y hortalizas El Hatillo fue creciendo envuelto en un ambiente sencillo, hogareño, con olor del café y las arepas piladas cocinadas en el fogón, para dar cabida a nuevos sectores, a nuevos pobladores quienes se maravillan aún con el colorido de sus viviendas, su clima y población.

Las viviendas que persisten y aquellas que se adecuaron para albergar comercios, conservan muchas rasgos de la arquitectura original, de los aleros, los techos de caña amarga, las tejas, el zaguán, los pisos de terracota, paredes de bahareque, tapia o adobes, los patios centrales y la costumbre de mantener en ellos las matas para el remedio, los árboles frutales y las flores.

El pueblo El Hatillo es una comunidad en transformación, pero mantiene ese aire bucólico de antaño, que hoy atrae a visitantes de muchísimos lugares propios y extranjeros, por lo que sus pobladores y autoridades tienen, a juicio de Pimentel e Itriago (2001, p.54) la "...obligación de pensar y resolver... cómo preservar específico, sus virtudes originales y su tradición;... aquellas que le dan el sabor autóctono y hacen preservar la identidad de El Hatillo..." 

En ese sentido, se deben promover y difundir acciones locales y exógenas que permitan valorar esa riqueza e identidad patrimonial e histórica de la comunidad de El Hatillo, que potencien conceptos como memoria colectiva y sentido de pertenencia, no sólo de sus pobladores sino de los miles de visitantes que buscan en sus espacios no sólo recreación sino también la añoranza de la solidaridad y hermandad de las comunidades pequeñas, pero que son grandes en frescura, cordialidad y sentimiento.

A continuación algunas imágenes del pueblo El Hatillo, que fueron cedidas por la Sra. Cristina Liendo de González, entrañable amiga y líder de la comunidad hatillana, honrando su memoria.

Iglesia Santa Rosalía de Palermo, construida entre 1785 y 1793 por el Teniente de Ingenieros Juan Manuel Oses, esta imagen es aproximadamente del año 1958, antes de la reforma que le hiciera Graziano Gasparini tras el terremoto de 1967 que afectó su techo. Evidentes las diferencias en cuanto a su disposición pictórica, que ahora en totalmente blanca y al decorado que tenía sobre el campanario.



Algunas ventanas del pueblo El Hatillo, muchas siguiendo el estilo colonial de gran dimensión vertical, enrejadas, y con cierres de madera completos y con la clásica ventanita para ver quién toca la puerta, con poyos interiores para que las señoritas recibieran las románticas serenatas. Otras de pequeña dimensión asociadas a las casas más sencillas de la comunidad.


La plaza central del pueblo, llamada en su fundación Mayor o del Mercado, tuvo en su centro desde 1911 hasta 1958 un busto de Don Manuel de Escalona, primer Teniente de Justicia Mayor de El Hatillo, quién por capricho del destino tuvo que abrazar la causa patriota tras ser un encarnizado defensor del gobierno realista. En 1958  fue colocado un busto del Libertador Simón Bolívar y por Decreto cambia su denominación, luego aproximadamente en 1973 es colocada una estatua pedestre del padre de la patria obra de Arturo Ros que no goza de la aceptación de la comunidad debido a sus proporciones y estilo, en 1985 se cambia esa estatua y se instala una que sigue el estilo tradicional realizada por la artista Ana Ávalos. Cabe destacar que el Bolívar de la Plaza de El Hatillo su frente está ubicado viendo al Este, a diferencia de las otras plazas centrales en Venezuela que generalmente miran hacia el Sur.

Busto de Don Manuel de Escalona


Busto de Simón Bolívar 

Estatua pedestre del Libertador 

Actual escultura del Libertador en la Plaza Bolívar de El Hatillo


Especial atención merecen los hallazgos arqueológicos iniciados por el Prof. José María Cruxent y uno de sus alumnos el Lic. José Félix Peraza, quién se desempeñó como Cronista de El Hatillo desde 1947 hasta su muerte el pasado año de 2009, entre ellos desatacan los petroglifos o litoglifos encontrados en los márgenes de la Quebrada de Tusmare, los cuales fueron objeto de estudio del destacado artista visual Alirio Oramas.  Los cuales son investigados en su trabajo de maestría por la Antrop. Aivel Gómez Espíndola para la realización en el sitio de un museo arqueológico. 


Fuentes: 
Pimentel Malaussena, F. e Itriago Pels, C. T. (2001). Un pueblo en la Ciudad. En Maldonado-Bourgoin, C. (Coor.). El Hatillo territorio afortunado. Caracas: ExxonMovil.
Peraza González, J. F. (2006). Historia íntima y documentada del nacimiento a la pubertad del Municipio El Hatillo Estado Miranda - Venezuela. Caracas: La casa tomada.
Gaceta Municipal. [Documento en línea]. 
Disponible: http://www.alcaldiaelhatillo.gob.ve/publicaciones.pdf [Consulta: 2010, Junio 23]





domingo, 18 de abril de 2010

Importancia del Patrimonio cultural en las escuelas de El Hatillo


La cultura se constituye en ese valor que pertenece a una comunidad y al individuo, que lo integra y mantiene unido a sus raíces, a su tradición, y por ello, debe ser exaltada, promovida desde un punto de vista responsable, integral, no sólo por las autoridades competentes en dar garantía a su fortalecimiento, manutención y difusión, sino también por las colectividades que son sus verdaderos beneficiarios y guardianes. En ese sentido, su trascendencia comienza en la transmisión familiar de los valores culturales y su inclusión en la escuela puede generar una apropiación directa al hecho cultural, porque su aplicación en el diseño curricular educativo puede promover aprendizajes significativos, pertinentes que estén vinculados efectivamente a la realidad cultural inmediata del estudiante.

El patrimonio cultural adquiere entonces importancia en la escuela por ser un eje dinamizador y motivante de aprendizajes, porque vincula al estudiante con su realidad, lo hace parte de un grupo, motivando la colaboración, la iniciativa y creatividad; su inclusión en el aula permite que el niño se apropie de un sentido de pertenencia con los objetos, las manifestaciones y con su entorno, además de permitir la adquisición de conocimientos que harán suyos de manera significativa y pertinente.

En el caso del Municipio El Hatillo del Estado Miranda, la comunidad posee elementos culturales especiales y que se niegan a morir frente a una modernidad cada vez más avasallante, tal y como señala Uzcátegui (2001, p. 161) El Hatillo cuenta con ciudadanos y autoridades “… dispuestos a proyectar la imagen turístico recreacional… que se forman en rico potencial para ser desarrollado.” Pero sus habitantes, especialmente los más jóvenes no se encuentran aislados del proceso generalizado de aculturación y transculturización que lleva a los ciudadanos a desestimar sus propios rasgos culturales.

De allí se percibe la importancia de difundir los valores que identifican y hacen tan especial al territorio de El Hatillo, iniciando desde las aulas de sus escuelas municipales un programa instruccional que logre resaltar su cultura local, que tenga como objetivo intrínseco el fomento de la conciencia de su identidad y del sentido de pertenencia, aspectos que le permitan al estudiantado y a los habitantes del Municipio, un armónico desarrollo, tal y como aprecia Uzcátegui (2001, p. 168) porque se “…exige de la comunidad y de los sectores organizados dedicación y vocación… de ofrecer elementos positivos de cultura… De allí la importancia de una esmerada formación en torno a la conservación de las tradiciones y costumbres…”, y sobre todo desde la escuela, ya que desde las aulas se debe comenzar a fomentar la visión de lograr un desarrollo sustentable y concordante con el potencial turístico que posee esta localidad mirandina.